No han tardado mucho los noruegos The Gasölines en presentar su segunda andadura discográfica. Aprovechando las buenas sensaciones que nos dejó su debut editado el pasado año, no podíamos más que recibir con una sonrisa esta agradable notícia. Si bien su primer lanzamiento nos pilló por sorpresa por su energía y addición, en este segundo lanzamiento ya estamos con los ojos bien abiertos. Si podemos avanzar que su segundo disco mantiene intactas esas premisas, pero podemos encontrar algunos nuevos elementos, que todavía potencian más esa sorpresa inicial. "Death or Eternal Glory", que así se llama el disco en cuestión, será editado el 28 de Octubre, y no debería dejaros indiferentes.

El primer tema que nos noquea de buenas a primeras, fué el primer single que presentaron. "Rum Runner 500" es puro rock and roll. Las guitarras suenan más garajeras si cabe, y la voz de Sindre más cazallera y agresiva. Es puro disfrute, y en ella podemos apreciar que esta vez han cuidado todavía más sus guitarras, incluyendo unos buenos solos. El estribillo es puro despiporre rockero para desfasar en sala y no parar de saltar. Las revoluciones aumentan con la punkarra "Grand Prix", acelerada y desbocada como un Hot Rod en una recta infinita. El solo es estratosférico y no hace más que trastocar el sistema de inyección de gasolina (o cerveza) en vena. El inicio de "Dragstrip Inferno" ya te hace preveer que llega otro ritmo bailongo. Sus guitarras conseguirán que muevas tus caderas de lado a lado mientras haces "air guitar". Adrian ha hecho un gran trabajo con su instrumento. Si como yo, eres de los que disfruta de composiciones simples y directas, y adoras el rock nórdico, este debería ser tu siguiente disco de cabecera. Quizás es pronto para realizar tan rotunda afirmación, pero es que vamos por la cuarta y no bajan el listón. "Raceway war" suena cabreada, se nota que esta hecha con mala leche y así la interpretan. Si ya vais en reserva, tal vez es un buen momento para que reposteis. "Hellbreaker" baja un poco las revoluciones y es el bajo de Morten el que lleva la base principal en muchos momentos.

Pasado el ecuador encontramos "Snakebite", que de manera sinuosa, se va desarrollando a partir de un riff más machacón y no tan directo. Dentro de esa vertiente desenfada, es una de las composiciones más "oscuras" y heavies del disco. Las influencias del rock clásico de décadas pretéritas se hace notar en "Burnin' Dice", siempre pasadas por su filtro, pero aquí encontraréis algún rollo boogie entre sus distorsionadas guitarras y su apisonadora batería. "Welcome to my hell" es otro cañonazo rockero sin frenos, de orgía guitarrera y estribillo de puño en alto. Cerca del final nos topamos con el melódico inicio de "Sunset Boulevard", en mi opinión la más floja del disco, aunque no debe ser fácil mantener el pie a fondo en el acelerador durante todo el plástico. Sin embargo, atesora uno de los solos más largos y logrados del disco. Cierran con "The devil in me", en la que vuelven a desbocarse y desmelenarse a toda pastilla con sus ritmos marca de la casa. Un buen tema para cerrar un show y dejar la sala patas arriba.

Ellos mismos asumen no inventar nada nuevo, y no lo hacen. Pero a quién le importa cuando es tal el nivel de intensidad. Lo que empezó siendo un divertimento para ellos, y que sigue sin dejar de serlo, parece que funciona y sólo podemos hacer que disfrutarlo. Cuando una banda tiene la chispa para hacerte olvidar tus problemas y ponerte en modo disfrute, no hay que hacer nada más que dejarse llevar, al fin y al cabo, de eso trata el rock and roll.