Estados Unidos, un pueblo idílico cualquiera. En un barrio donde todas las casas son iguales, con sus jardines y sus garajes, seremos testigos de la vida de otra idílica família, al menos de puerta hacia afuera.
Nicholas Cage y Selma Blair, patriarcas de dicha família, parecen los típicos padres y madres ejemplares. Comparten desayuno todos juntos, juegan con su hijo pequeño y se preocupan por las decisiones de su hija adolescente. Mientras, la asisenta se encarga de la cocina...Una notícia en la televisión parece hacerles arquear la ceja y empezar el dia con mal pie. Pero la vida sigue su curso...
En un momento en que las pandemias y los virus han tomado la rienda de nuestras vidas, no deja de ser casualidad que haya acabado viendo esta película. Y es que por el motivo que sea, en esa idílica aldea americana, todo parece torcerse cuando todos los padres parecen ser infectados o poseídos por el deseo de acabar, literalmente, con su hijos. Hay escenas más o menos violentas, quizá más por el contexto que por la propia violencia gráfica, ya que aunque si que es verdad que veremos sangre, no será en más cantidad que en otras películas de otros géneros menos macabros. Para el recuerdo me queda ver según que escenas a ritmo de "It must have been love" de Roxette (por fin podré dejar de asociarla a la "ruptura-fin de contrato-ERTO" de Julia Roberts y Richard Gere en Pretty Woman...).
Veremos como el pueblo entero se vuelve loco, hasta que toda la locura se traslada al interior del hogar familiar, donde bastará una chispa para hacerlo saltar todo por los aires. Resulta curioso cuanto menos, que es durante este tramo del deselance, cuando el matrimonio protagonista se mostrará más unido que nunca, aunque sea con ese fin tan macabro...el amor es así.