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De fábula les han sentado 8 años de descanso a Wig Wam. Energías renovadas y ganas de volver a un puesto destacado en el panorama hardrockero europeo, lugar del que nunca deberían haberse ido, pero que veía venir tras la flojera de algunos de sus últimos lanzamientos. Las musas les abandonaron, pero parecen haber vuelto. Vuelven los ganchos melódicos, vuelven las guitarras afiladas, vuelve la poca vergüenza de las pintas que llevan, y vuelve la calidad. Y porque no decirlo, Wig Wam te hacen sonreír, porque transmiten buen rollo. No he tenido la oportunidad de verlos en directo, y no sé cuándo será posible, que es lo peor, pero deben levantar a los muertos sin necesidad de invocación.

El disco se abre con la intro "The second crusade", como la banda volviera tras una abducción extraterrestre a obsequiar a los mortales con su presencia ( yo los veo bajando de un platillo volante en directo...). Y el tema título arranca a guitarrazos heavys más no poder, de los más duros que les hemos escuchado. El resto ya lo hemos oído todos en el primer videoclip que publicaron. Puño en alto, estribillo coreable y melodías que se graban a fuego en tu subconsciente. La siguiente "Hypnotized" no es tan cañonazo pero sigue siendo igualmente poderosa, y sus guitarras te harán bailar mientras esperas que llegue el estribillo para cantarlo a pleno pulmón. "Shadows of eternity" sigue esa senda hard and heavy, porque las guitarras son más duras de lo que nos tienen acostumbrados, y es otra delicia. Otra conocida, pues también fué adelanto, es "Kilimanjaro", con ese rollo country vacilón, y otra subida de adrenalina en el estribillo. Desafiante arranca "Where does it hurt", con un muro de guitarras, y la voz contenida de Nielsen. Todo se libera en una explosión enérgica en los versos más coreables. "My kaleidoscope ark" es el tema emotivo del álbum, la balada que no puede faltar en todo lanzamiento de este tipo (o si...). Encontraremos todos los clichés necesarios para una composición de este tipo, pero no por ello deja de ser menos emocionante.

Tras el breve respiro, las guitarras vuelven a adueñarse de "Dirty little secret", muy metálica y otra buena lección de lo que es grabar un himno. Un poco más ocura queda "Call of the wild", con ese efecto en las voces que la hace sonar diferente. Es dura y pesada, pero vuelve a su tesitura melódica en el estribillo. "Northbound" es una pieza instrumental, en la que su guitarrista Trond Holter se luce, plasmando influencias de las composiciones clásicas de este tipo. Pasado el interludio, "Hard love" vuelve a recuperar su faceta más hardrock chulesca, que no gamberra, con unos punteos muy destacables que le dan un toque blues al tema. Para el final, la diferente "Silver lining", que es un medio tiempo emocionante que se sale bastante de su zona de confort, dejando un sabor diferente tras toda esa retahíla de temas guitarreros. Es menos inmediato, pero tiene un gran trabajo detrás. A mi me suena a The Beatles, con un Slash metiendo notas por detrás. De hecho, el final de la canción parece un desarrollo dramático de esos temas largos de los Guns.

Un disco para disfrutar y divertirse, Wig Wam vuelven con un sonido un poco más heavy pero igual de embriagador. Hasta cierto punto, si es eso posible, podríamos decir que han madurado. Mucho me dolería tener que esperar 8 años para recibir otra entrega de esta calidad, pero si ha de ser el precio a pagar, nos armaremos de paciencia. Welcome back Wig Wam!!