graspop

Hace ya unos 10 meses, tras largas conversaciones, un grupete de amigos decidimos aventurarnos y organizar un viaje a Graspop. Es un rito, una tradición, casi una obligación, asistir por lo menos a un festival cada verano. Reencuentros, nervios, cervezas y música, mucha música.

Nos liamos la manta a la cabeza, y empezamos a rebuscar vuelos y alojamientos. Unas cosas costaron mas que otras, pero no nos costó decidirnos, y la inversión tampoco fué muy elevada. Más tarde, llegaría la hora de los tickets. Había nervios, pues Hellfest había volado en cuestión de horas, Wacken también, y Graspop siempre acaba siendo otro Sold-Out, aunque le cuesta más, pero los nervios ahí estaban. Finalmente, conseguimos las entradas para todos sin ningún problema. Luego acabaríamos de rematar pequeñas cosas, como el alquiler de vehículo, organización de la manuntención básica y logística de supervivencia.

La elección había sido fácil. Años atrás, habíamos sido asiduos al Graspop. Un festival con una organización impecable, un recinto acogedor, lejos (por aquel entonces) de las aglomeraciones brutales tipo Hellfest o Wacken, y sus caramelos. Siempre había algún caramelo en el Graspop. Además, el festival cumplía 25 años, y tenía que liarla parda. Al final, no fué tan parda como nos hubiera gustado (aunque el cartel nunca llegó a cerrarse por completo, y estoy seguro que alguna sorpresa de esas de "oh si, ahora si" quedaba por anunciar) pero muy disfrutable al fin y al cabo, y porque no decirlo, a parte de las bandas, lo que más disfrutas de un festival, es de compartirlo con amigos, toque quien toque.

Hoy, deberíamos haber cogido un vuelo, tras reecontrarnos con viejos amigos y darnos un abrazo. Madrugón al aeropuerto, tres horas de avión y aterrizaje en Eindhoven. Recogida de nuestro vehículo y traslado fugaz al alojamiento para dejar las pertenencias y ubicar a dónde derigirnos cuando volviéramos a las tantas de la madrugada. De nuevo al vehículo, y camino al recinto para recoger las pulseras. Por desgracia, por culpa de la pandemia, no va a poder ser así, pues todos los festivales de verano han sido cancelado, y nuestro rito anual se ha visto alterado.

De todas maneras, me vais a permitir que mis amigos y yo nos traslademos a una dimensión paralela, donde la COVID-19 no ha existido nunca, y todo sigue el devenir donde lo dejamos tres meses atrás.

Acabamos de recoger nuestras pulseras. Los nervios al cruzar el registro, comprobación de mochila y cacheo dejan paso a la ansiedad por cruzar el arco con el logo del festival. Una vez dentro, ubicamos las máquinas donde conseguimos las fichas para consumir dentro del recinto (ubicación retenida en el cerebro, porque seguro que habrá que volver a visitarlas) y primer paseo. Pasamos por delante de la primera carpa, donde tocan los grupos más desconocidos. La carpa está rodeada de puestos de comida, hasta de los más inimaginable (churros, paella...really?). No tardamos mucho en localizar la primera barra, y con el sol que hace es hora del primer brindis. Estrenamos las fichas y canjeamos nuestras primeras cervezas (y refresco para el "transporter"). Este si es el punto de inicio de cualquier festival, el disparo de salida. Abrazo conjunto y brindis. Si esto no es gloria, poco le puede faltar para serlo.

Cerveza en mano, proseguimos el paseo. Ubicamos el Metal Market, el resto de puestos de comidas, y porque no, el stand de Jaggermeister, viejo conocido y origen de múltiples anécdotas pretérritas. Visitamos el stand official de merchandising (ninguna del festival, porque Graspop suele decir diseños no muy atractivos la verdad), damos la vuelta de lado a lado, y marcamos mentalmente los modelos que caerán fijo. No es el momento, la gente ha entrado ansiosa por gastar, y hay mucho barullo. Carpas grandes localizadas, y Main Stage también, imponente, esperándonos.

Es la hora de ver a la primera banda, no sin antes volver a pasar por la barra. Provisión en mano, nos plantamos frente a la primera actuación, con una sonrisa de oreja a oreja. No sabemos ni quiénes son y tampoco nos importa. Nuestra experiencia acaba de empezar, y aúnar dos pasiones como música y amigos, solo puede ser bien. El éxito está garantizado, toque quien toque.

Lo que viene después de esta actuación, os lo contaré en otro momento. Quizá me lo imagine, quizá lo deje para el año que viene, ya veremos. Lo que tengo claro, es que este año echaré de menos la experiencia...pero también tengo claro, que la venganza será terrible!