En tiempos como los que estamos viviendo, no hay nada mejor para desconectar, que pasar un rato viendo este mágico cuento en forma de documental.

Craig Foster, su autor, sufre una crisis existencial y decide volver al Océano Atlántico, en la costa oeste de Sudáfrica, para sumergirse en estas aguas en las que se bañaba de pequeño. Allí descubre a un pulpo hembra con el que entablará una curiosa relación que perdurará durante casi un año. 

Desde su encuentro, decide nadar cada día para ver a su amiga, que le enseña cómo se camufla, caza, se protege y sobrevive a los peligros del fondo marino.

Se nota que Foster se dedica al cine y a la fotografía porque las imágenes son espectaculares, llenas de luminosidad y colorido.

Te sumerges con ellos en los bosques de algas, te olvidas de todo y sientes, como Foster, despojado de los bienes materiales, que eres parte de la naturaleza y vuelves a conectar con ella.

Una relación de amor singular y una oda a la naturaleza desde la sensibilidad, el reencuentro y la búsqueda de los valores del ser humano.

No es un documental al uso, con detalles sobre cómo viven los pulpos, es una historia de amor, un aprendizaje de la naturaleza como maestra.

El único pero que le pongo es que ya no podrás comer pulpo a la gallega durante una temporada , pero ese sacrificio, bien lo vale este cuento sobre el respeto a la naturaleza y el no olvidarnos de quiénes somos y de dónde venimos.