PRIMERA JORNADA

 

A estas horas uno debería estar camino al Arena Berlin para disfrutar del comienzo de la novena edición del festival doom, stoner, psicodelia por excelencia: Desertfest, que en estos tres días iba a reunir a multitud de bandas consagradas y otras muy emergentes en estos ámbitos musicales tanto en su versión alemana como en la inglesa. Por las circunstancias que todos conocemos nos hemos quedado sin la posibilidad de asistir y redactar la consecuente reseña del festival.

Para resarcirnos del disgusto y a modo de homenaje al trabajo que llevan haciendo desde 2012 (prometiendo una edición muy especial para el décimo aniversario el año que viene), hemos bajado al trastero de Confined Rock para ver si encontrábamos la reseña de la última edición del festival en el que algún miembro del staff hubiese estado presente. Después de mucho rebuscar entre legajos podridos por el polvo y la humedad, hemos conseguido encontrar lo que habíamos bajado a buscar. Como si del festival de este año se tratara, vamos a desgranar en tres días esas mismas jornadas en las que se celebró la edición del año 2006. Esperemos que disfrutéis con la lectura tanto como uno hizo aquel año en el ya mítico recinto del Astra Kulturhaus.

DESERTFEST (DÍA 1), Berlín 28/04/2016 (Astra Kult1urhaus)

Se dice por ahí que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Pues tras un año de ausencia obligada por motivos de salud, el aquí escribiente volvía a lo que se ha convertido ya en mi paraíso particular de peregrinación anual obligatoria desde que acudí a su primera edición en el año 2012. Aún recuerdo cuando me enteré de esta iniciativa conjunta entre promotores de Alemania e Inglaterra, combinando con un solo día de diferencia para permitir los traslados entre Berlín y Londres, prácticamente las mismas bandas de estilos como el stoner, doom, ‘70s roxk, psicodelia y demás variantes en ambas ciudades en un intervalo de cuatro días. Comparando carteles mi primera intención fue siempre ir a Londres pero mientras me decidía por uno u otro, se agotaron las localidades allí, por lo que un capricho del destino fue lo que me hizo aterrizar con mis huesos en la capital alemana. Nunca podré agradecerle lo suficiente a ese capricho, porque lo mío con el Desertfest Berlin fue un amor a primera vista y un flechazo inmediato desde que puse mi primer pie en el suelo de la sala Astra. Bien es cierto que el primer año, quizás por ser los comienzos y el temor a que el asunto no diera los frutos deseados, la primera de las tres jornadas se desarrolló en una sala más pequeña (que por cierto un par de años después quedó destruida por un incendio y creo ya no existe), pero ya el segundo día nos trasladamos al Astra y aquello ya se convirtió en el inicio de una buena amistad, que diría el amigo Humphrey Bogart.

Desde entonces, cuatro de cinco ediciones. No está mal. Y espero que sean muchas más, porque la cantidad de bandas de las que he podido disfrutar (y también en ocasiones sufrir, que tampoco todo el campo es orégano), los grupos que he descubierto, las rarezas que he visto allí y que por aquí no se asoman ni con calzador y el maravilloso ambiente que flota en la sala y en ese jardín de la cerveza que da para tantas conversaciones y compras compulsivas de material discográfico, me las guardo en mi zurrón de grandes momentos de mi vida musical. Porque solamente ese jardín y la sala Astra darían para un tratado filosófico. Los que leáis esto y hayáis estado alguna vez sabréis de lo que escribo y para los no iniciados, solamente deciros que al menos una vez merece la pena hacer el esfuerzo de desplazarse hasta allí. Por conversaciones con amigos que han acudido a la edición londinense, me reafirmo en que Berlín siempre será mi opción favorita. A priori siempre resulta más atrayente el cartel británico, porque tocan más bandas y en ocasiones de más renombre, pero tiene lo que para mí es un inconveniente brutal. El festival se celebra en tres salas distintas, todas muy cerca unas de otras, pero los grupos se solapan constantemente y al ser salas del tamaño justo, te encuentras con que intentas entrar a una de ellas porque quieres ver a una banda y en la puerta te dicen que no porque la sala está llena. Eso jamás ocurre en Berlín, donde en un mismo recinto cuentas con dos escenarios entre los que se van repartiendo las bandas con 20 minutos de diferencia, de tal manera que si quieres ver a todas las formaciones del festival lo puedes hacer sin problemas.

Dejémonos de tanto preámbulo y vamos a la chicha. Empezaba el asunto este jueves a las 17:30 y ya sobre las 17:00 andaba yo reconociendo un terreno tan familiar ya y comprobando que todo seguía igual de bien que hace dos años. Bueno, igual no, porque han ido introduciendo mejoras que facilitan aún más la estancia del personal que acude al festival, dentro de los límites que tiene el recinto en el que tiene lugar, con más puestos de comida y otras atracciones varias para divertir y entretener a la audiencia (flipé cuando vi futbolines en la carpa del merchandising, que uno se ha tirado su infancia y buena parte de su juventud pegado a ellos y ya no se ven por ninguna parte). Visita obligada a la zona de compras donde además del material oficial de las bandas participantes tienes representación de varios sellos discográficos relacionados con todos los estilos que se entremezclan en el evento y al que acabas acudiendo cinco veces diarias y por supuesto picando en el anzuelo con las cositas que te encuentras por allí. Eso de ir pasando vinilo tras vinilo en una caja e ir escuchando “Ohhhhhh” es algo que se ha convertido ya en una tradición más de toda esta parafernalia que es el Desertfest.

La siempre complicada tarea de dar el pistoletazo de salida a un festival de tres días le correspondió en esta ocasión a los patrios High Fighter, banda procedente de Hamburgo y de la que no había escuchado nada hasta este día. Tengo por costumbre, supongo que raruna para algunos, intentar no saturarme previamente al festival escuchando todas las bandas que desconozco. Llamadme lo que queráis, pero me gusta dejarme sorprender. Situarme lo mejor que pueda minutos antes de que empiecen los conciertos y abrir bien las orejas para, sin condicionamientos previos, entregarme a presenciar qué me pueden ofrecer los grupos. Me encuentro, como por otra parte suele ser denominador común aquí, con la sorpresa agradable de una banda de heavy/stoner/blues que suenan cañón de verdad y una vocalista que exorciza sus demonios sin pudor alguno. Quizás fue ella precisamente la que menos me convenció del asunto, porque fue un poco de más a menos. Vete a saber si por nervios, un mal día o porque directamente es así (tampoco me malinterpretéis, porque no es que fuera desastrosa). Buenos temas, caña sin parar y cuarenta minutos que aprovecharon para presentar lo que va a ser su inminente primer disco completo a publicar en Junio tras un único ep con el que contaban hasta el momento. No reinventarán la rueda pero sin duda son una banda a tener en cuenta en el futuro y habrá que estar atentos a ese larga duración. Intensidad a raudales como un martillo pilón. Buen comienzo de jornada que me retrotrae a recuerdos de ediciones anteriores y me obliga a decirme a mí mismo en voz bajita: “Qué bien que estoy aquí de nuevo”.

De nuevo en el Foyer Stage (escenario pequeño a partir de ahora) y tras la pausa para el cambio de bártulos es el turno de Baby In Vain. A estas chicas sí las tenía controladas, poco, pero sí había oído algo. Y digo chicas, porque con su juventud insultante vinieron a Berlín a comerse el escenario desde el minuto uno. Algunos problemillas técnicos al principio de su actuación parecía que iban a deslucir la misma pero rápidamente se arregló todo (eficiencia alemana modo “on) y salieron al paso ofreciendo al final un concierto bien lucido. No esconden sus influencias: sonido grunge de los noventa por los cuatro costados, pero con sus buenas dosis de ramalazos más heavys e incluso hasta sludge en contadas ocasiones. Trío femenino danés que acabó encandilando al público, con ovaciones más que sonoras cada vez que concluían uno de sus temas. Un grupo diferente dentro de la temática general del evento. Tónica general todos los años, por otra parte, y que es otro de los atractivos del festival: la variedad de propuestas siempre elegidas con sumo gusto para todo tipo de paladares. No es Dinamarca un país del que surjan tantas bandas como del resto de sus vecinos países nórdicos, pero las que salen hay que tenerlas en consideración. Sin volarme la cabeza me lo pasé bien, que de eso se trata al fin y al cabo.

Los encargados de inaugurar las hostilidades en el escenario grande eran a nivel personal uno de los platos fuertes de la jornada: Spiritual Beggars. Y no defraudaron en absoluto. Con un gran sonido y actitud ofrecieron un repertorio más corto (norma común en festivales) del que vienen ofreciendo en la gira que están realizando y se centraron en temas de su última etapa con el vocalista Apollo Papathanasio sin olvidarse de un par de clásicos de la etapa de JB Christoffersson, como “Young man, old soul” o “Fool´s gold”. Curiosamente, Apollo tuvo ciertas dificultades en sacar adelante su interpretación de ese último tema, pero fue un simple borrón en una actuación en la que sobresalió con nota una voz que gustará más o menos que la de JB, pero que sería de necios negar su calidad. La formación sueca liderada desde sus comienzos por el guitarrista Michael Amott, siempre ha sido un referente en cuanto al stoner y a la psicodelia se refiere, si bien su carrera ha ido derivando claramente hacia el sonido de los gigantes del hard rock de los setenta, como Deep Purple o Rainbow. Esto ya es cuestión de gustos, unos preferirán más su primera etapa y otros la más cercana, pero lo cierto es que cualquiera de sus discos está plagado de temones por doquier. Se entregaron en su show completamente e incluso noté a Amott bastante más activo que en ocasiones previas. Más allá de que Arch Enemy pueda ser su proyecto principal, es obvio que disfruta como un enano con Spiritual Beggars, dando espacio así a su faceta más rockera y menos salvaje, santo y seña de la diversidad y la ausencia total de prejuicios con la que cuentan como valor incalculable la mayor parte de los músicos escandinavos. Luego nos rasgamos las vestiduras cuando alguien varía un mínimo su sonido, pero no es el caso de esta gente y bien que se lo agradecemos los que tenemos los oídos anchos. Complementados a la perfección por una base rítmica que va más allá de la simple competencia y ese sonido Hammond que les caracteriza, ofrecieron cincuenta minutos de placer total al que solamente le voy a poner una pega: no metas un solo de batería cuando tienes tan poco tiempo. Mi cruzada anti solos es legendaria, pero cuando encima lo haces en un festival con menos tiempo disponible la cagada es importante.

De vuelta al escenario pequeño, los triunfadores de la jornada desde mi más que humilde punto de vista: Mothership. Me gustan sus discos pero es que el directo que tienen es simplemente apabullante. Arrasaron a base de riffs y cambios de ritmo ejecutados con unas ganas y un poderío que te hacían imposible no dislocarte el cuello. Pasada total de concierto. Vienen haciendo gira europea teloneando a Wo Fat y al menos este día los superaron con creces. Los hermanos Kyle y Kelley Juett  al bajo y a la guitarra respectivamente, unidos a la pegada del batería Judge Smith me hicieron gozar como una perra en celo. Qué actitud, qué temazos, qué sonido, qué interpretación…se me agotan los “qués”. Mezcla total de los sonidos más duros de los setenta, con el heavy ochentero y lo mejor del rock ‘n’ roll sucio, puro y honesto. El sorpresón del día y un concierto que pude ver en primera fila y que quedará en mis retinas y sobre todo en mis oídos. Al menos hasta que tenga la ocasión de volver a verles, porque a esta gente no me la pierdo ni por todo el oro del mundo. Sobra decir que nada más terminar su actuación salí a la zona de compras a adquirir sus discos cual groupie poseída por el mismísimo Belcebú. Si alguna vez se os ponen al alcance, no dudéis un segundo, la diversión y el disfrute son todo uno con esta gente.

Encima que andaba yo con el subidón de Mothership van y me ponen a continuación a los norteamericanos Pelican en el escenario grande. Amo al programador de este festival. Mi primera vez ante una de las bandas a las que más ganas tenía y no me defraudaron en absoluto. Harto de machacar sus álbumes, por fin llega el día de saldar cuentas con ellos en vivo y solamente puedo decir cosas positivas sobre ellos. El cuarteto instrumental de Chicago me dejó con la boca abierta con esa facilidad que tienen para pasar de los ritmos más calmados y sosegados a la brutalidad hecha riff que te taladra el cerebro como una broca del quince. Pelican son una institución para cualquier amante de estos sonidos y a buena fe que no acudieron a Berlín de paseo. Dieron una soberana lección de buen hacer encima de unas tablas ante un público que creo estaba alucinando igual que yo (aunque unos cuantos ya a estas alturas alucinaban por otro tipo de sustancias no musicales). Estos dieciséis años de existencia de la banda han dado para grandes momentos y a poco que sigan disfrutando con lo que hacen, que da toda la pinta que así es, esperemos que nos queden otros cuantos más. Poderío máximo con momentos de pausa que te permiten recuperarte hasta que te atacan con la siguiente oleada. Una delicia de actuación del primer al último segundo.

Que antes haya escrito que Mothership superaron a Wo Fat, no quiere decir en absoluto que el trío de Dallas diera un mal concierto. Nada más lejos de la realidad. Cumplieron con creces todas las expectativas previas que tenía sobre ellos. Este grupo es un pilar del movimiento stoner y vaya si lo demostraron. Un monstruo que desarrolla jams en las que cabe todo y lo hace a la perfección. Más sosos en cuanto a movilidad escénica que otras bandas del estilo pero una calidad fuera de toda duda. Otra banda con la que era mi primera cita y otra triunfada. Es una pena que haya que irse tan lejos para poder disfrutar de estas bandas pero Lucifer bendiga cada céntimo de euro invertido en ello, porque los resultados son magníficos. La experiencia acumulada en la carretera y una carrera trufada de grandes publicaciones no podían ser casualidad ni fruto de un golpe de suerte. A esta gente se le nota que le han puesto curro a mansalva y de ahí que su directo sea el que es. Monolítico sería la mejor palabra que se me ocurre para definir su sonido. Un muro que más que por tres tipos de Texas, parece construido por los trescientos espartanos. Bestial.

Para no llevar a engaños parto de la base de que Truckfighters nunca me han dicho nada especial. Sin embargo, y a pesar de que en estudio no me convencen, las varias veces que les he visto en directo siempre me han parecido mucho mejores. A base de directos intensos a la par que divertidos, he acabado pasándomelo bien. En Alemania es obvio que flipan con ellos. Los ponen de cabeza de cartel de la jornada (algo bastante discutible con las bandas que actuaban ese mismo día) y el recinto está más lleno de lo que he visto nunca en mis cuatro años de asistencia al Desertfest. Camisetas, sudaderas, gorras, parches y cualquier otra cosa que os podáis imaginar con el logotipo de la banda pueblan las vestimentas de buena parte de la audiencia del festival. Aquí, por la razón que sea, les aman. Es tan evidente que descubres enseguida la razón de que encabecen la sesión del día.

Hasta aquí todo correcto. Dicho lo cual, creo que es uno de los conciertos más aburridos que he visto en mi larga vida musical. Me pareció un tostón de dimensiones importantes. Acostumbrado a que pese a que no sean plato de mi gusto, al menos ofrezcan directos respetables, me encuentro con que les da por hacerse unos temas de diez minutos uno tras otro, con multitud de partes lentas, apáticas, aburridas, sosas, y no sigo porque me pegan. Todo lo contrario que yo, la peña flipaba y se volvía loca en las primeras filas. Si algo me valía de los suecos era esa intensidad, esos temas rápidos, cortos y directos al cuello que había visto en otras ocasiones, pero lo que decidieron hacer este día yo simplemente no lo entiendo. Al día siguiente tuve la ocasión de charlar con dos conocidos compatriotas asistentes al festival y me confirmaron lo mismo: que les habían provocado un sopor importante. Me consoló oírles decir eso, porque pensaba que era el único al que se lo había parecido. Está claro que algo tienen, porque ya no solo en Alemania sino en todas partes son una banda muy apreciada, pero lo que sea que tengan está claro que no coincide con lo que yo busco. Y no hay más, jamás diré que sean un grupo horrible ni nada semejante, solamente es que no me llegan y punto. Y desde luego con la actuación de este día me terminaron de rematar. Hay gustos y bandas para todos, así que para qué malgastar mala baba en nadie. Me quedo con cualquiera de las otras cuatrocientas mil formaciones que me gustan y sanseacabó.

Había tanta gente en el Astra el jueves (bastante más que las otras dos jornadas a pesar de que el festival estaba sold out todos los días), que incluso habiéndome ido antes de que terminara el despropósito de Truckfighters, me costó Satán y ayuda pillar un sitio medianamente decente para poder ver la actuación de los locales Mantar, encargados de cerrar la noche y obviamente otro grupo con infinidad de seguidores en su tierra que aguardaban pacientemente el comienzo de su actuación olvidándose por completo de lo que ocurría en el escenario grande. Ya tuve la ocasión de ver al dúo germano hace un par de años, también en el escenario pequeño y también cerrando la jornada. Sin embargo la leve sensación de déjà vu que tenía me la borraron de un plumazo. Recuerdo que en aquella ocasión no los conocía y no me entusiasmaron demasiado. Esta vez y tras haber escuchado con más detenimiento en el tiempo transcurrido su primer disco “Death by burning”, la verdad es que me gustaron bastante más que entonces. Su fusión de doom, punk y black metal, conseguida con tan solo dos componentes (guitarra y batería), te lleva de cabeza al averno. Si estás esperando una señal para la llegada del demonio, esa es la música de Mantar y si existe un lugar en el que pueda aparecerse, ese es uno de sus conciertos. Banda peculiar, única y desde luego no apta para todos los paladares. Su propuesta arriesgada y extrema es cualquier cosa menos fácil de digerir, pese a lo cual cuentan con muchos seguidores dentro del espectro más underground. Se montó jarana de las buenas en la zona más cercana al escenario y el llenazo total en la sala reducida, unido a los demoníacos sonidos que surgían de los amplificadores, hizo sudar sangre de las paredes del Astra.

Con la sonrisa diabólica aún en la boca (Joker style), finalizaba una gran primera jornada solamente empañada a nivel particular por la decepción de Truckfighters. Con el frescor reinante en la noche berlinesa me fui directo al hostal a descansar, que todavía quedaban dos largas sesiones por delante y no era cuestión de quedarse sin fuerzas el primer día. Costó conciliar el sueño, que habían sido ocho horas intensas y todo tipo de sonidos y recuerdos se agolpaban en la mente a la vez que el clásico pitido en los oídos cuando sales de un concierto, pero al final el cansancio te puede y acabas durmiendo como un angelito (del infierno en este caso). En la sala dejé atrás a mucha gente que seguía la fiesta con dos dj´s, pero yo preferí seguir la máxima de que una retirada a tiempo es una victoria. Y qué coño, que ya tenemos una edad….