Cartel-Corrosion-Of-Conformity-Zlatanera

Belfast, Sala Limelight II - 1 de Mayo de 2016

 

Carta de amor a las compañías aéreas de bajo coste. En su edición del año pasado, una de las atracciones fundamentales del Desertfest de Berlín era el regreso a los escenarios de los norteamericanos Corrosion Of Confomity con su clásica formación con el amigo Pepper Keenan al frente de la misma. Una mala racha de salud que me duró unos meses me llevó a estar alejado de todo tipo de conciertos y festivales y entre las muchas cosas que me perdí, estuvo esa edición de uno de mis festivales favoritos. Para más inri, tocaron incluso en Madrid, pero las mismas circunstancias me obligaron a perdérmelos. Este año han actuado en la versión londinense del festival y como la lógica hacía prever, no han repetido en Berlín. Tampoco parecía normal que se acercaran al viejo continente solo para una única fecha, así que añadieron dos más en Dublín y Belfast. Hete aquí que su concierto en la capital de Irlanda del Norte era justamente al día siguiente de la finalización de las tres jornadas del Desertfest alemán, por lo que sin reparo alguno busqué la posibilidad de desplazarme allí. Con grandes dosis de gozo y satisfacción me encuentro con vuelos tirados de precio que unen Berlín con Dublín el primer día del mes de las flores, así que sin pocas vueltas más que darle al cerebro, decido terminar un periplo de doce días de aquí para allá en la siempre agradable y acogedora Irlanda. Tras llegar al aeropuerto de Dublín a eso del mediodía, en un autobús que parte del mismo aeropuerto, me planto en Belfast en dos horitas, a la hora justa para comer algo y descansar un rato antes de dirigirme a la sala Limelight a presenciar un concierto al que le tenía más ganas que un concejal a un sobre.

La sala Limelight es otro de esos lugares míticos que aparecen en los listados de gira de multitud de bandas internacionales que suelen aprovechar sus visitas a Gran Bretaña para añadir esas dos fechas clásicas en ambas tierras irlandesas. Me encuentro con un complejo fantástico, en el que tienen distintas salas con diferentes aforos en los que dividen las actuaciones, me imagino que según la magnitud del evento o la venta de entradas del mismo. Todo ello coronado por un (como todos)  precioso pub irlandés dentro del recinto, que sirve de base de operaciones, centro de reunión y especialmente lugar de calentamiento cervecero para todas aquellas y aquellos que minutos u horas después van a entrar a una u otra sala a disfrutar del concierto de turno. Excelente ambiente que presagiaba una larga noche de guitarras afiladas y un pub repleto de camisetas que denotaban fervor no solo por Corrosion Of Conformity sino por todo el universo que rodea especialmente a la figura de Keenan: Down, Crowbar, Eyehategod y así hasta el infinito en un mar de camisetas tan negras como la Guinness que saboreo con deleite antes de entrar.

Los encargados de iniciar el aquelarre eran los locales Zlatanera, banda de la mismísima Belfast a la que nunca había tenido la oportunidad de presenciar en vivo, pero tampoco de escuchar una sola de sus canciones. Perfecto, una vez más me encuentro dispuesto a ver qué me puede ofrecer una banda que desconozco. Al minuto de comenzar su actuación me doy cuenta de que los promotores de este concierto saben por dónde van los tiros de la velada, porque la similitud de la propuesta musical de la banda con el terremoto que vendría a continuación no podía ser mayor. Metal sureño por los cuatro costados, con una especial fijación en el riff  y en esos ritmos tan característicos que definen al género. Y la verdad es que lo hacen muy bien, para qué decir lo contrario. Obviamente no descubren nada nuevo pero sus cincuenta minutos aproximados de actuación caldean el ambiente de lo lindo para el plato principal y ya después confirmo que cuentan con un único lanzamiento, “Legerdemain”, en el que basaron su actuación añadiendo algún tema nuevo que presentaron. La reacción del público local fue realmente buena, lógico cuando el grupo es de una ciudad pequeña como Belfast y al que habrán visto tropecientas veces. En mi caso, siendo mi primera vez, la verdad es que lo disfruté bastante y se me pasó volando, señal inequívoca de que ahí se esconde algo interesante. Buena banda a tener en cuenta. Especialmente reseñables las actuaciones de sus dos guitarras (ya digo que son un grupo de riffs) y de su batería, con una pegada del copón.

Ni más ni menos que veinte años han tenido que pasar para que pudiera volver a ver a la formación clásica como cuarteto de Corrosion Of Conformity. Desde aquella lejana noche de Septiembre de 1996 en la que abrían en el madrileño estadio de La Peineta un cartel completado por Soundgarden y Metallica. Cierto es que sí les he visto un par de veces después cuando volvieron en su formación original de trío, pero esa vertiente mucho más punk reconozco que nunca me atrajo demasiado y que, humildemente hablando, para mí Corrosion Of Conformity lo son cuando Pepper Keenan está al mando de los controles de la nave.

Pues veinte años no son nada. Bueno, sí son algo, porque la experiencia acumulada por sus cuatro componentes hacen que sus conciertos sean absolutamente maravillosos. Empezando por la naturalidad con la que salieron de un lateral de la sala, saludando y estrechando manos mientras se dirigían al escenario, como si de una banda cualquiera se tratara y no contaran con la pedazo de discografía que les avala. Y siguiendo porque a partir del segundo cero en el que pulsaron el botón on de sus amplificadores y tocaron la primera nota, aquello fue el acabose. Los noventa minutos que se marcaron son dignos de ser enmarcados y mostrados en cualquier jardín de infancia como muestra de lo que es un grupo de música. En un estado excepcional de forma y con un setlist que echa para atrás, fueron cayendo uno tras otro esos clásicos imperecederos que han hecho de esta banda lo que es. Injustamente arrinconados muchas veces (uno no acaba de explicarse muy bien el porqué), dieron una lección de buen hacer, entrega, actitud y rabia que para sí quisieran no ya muchos de sus colegas de bandas contemporáneas suyas sino de decenas de grupos noveles a los que uno tiene la ocasión de ver con frecuencia.

Ya me perdonarán ustedes que insista tanto con Pepper Keenan, pero es que es uno de mis guitarristas fetiche de siempre y tras haberlo visto en numerosas ocasiones con Down e ir degenerando poquito a poquito, al menos en lo físico que no en cuanto a sus interpretaciones, me le encuentro en plena forma, mucho más delgado, marcando músculo y con una ira contenida tanto tocando su instrumento como cantando, que ni en sus mejores épocas. Y puede que suene fuerte escribir esto, pero después de lo presenciado es más que probable que esa mejor época esté aún por llegar, más cuando han confirmado que van a publicar nuevo material. Si la actuación de Keenan es sublime, qué se puede decir de las tres bestias pardas que le acompañan en esta aventura. Woody Weatherman le acompaña a la guitarra alternando riffs y solos maravillosos con la facilidad con la que un niño del siglo XXI hackea la web del FBI.  Y de la base rítmica ni hablamos, con un Reed Mullin desatado a los tambores y el gran Mike Dean marcando los tiempos desde su bajo en un papel más secundario y oscuro pero no por ello menos importante para el conjunto. Además destilan felicidad por los poros. Porque sonríen todo el concierto, interactúan con el público que abarrotaba la sala, se dejan la piel y el sudor en cada tema, y eso se transmite al respetable a velocidad de vértigo. No solamente fue un concierto espectacular sino una fiesta absoluta del primer al último guitarrazo.

Saldrán los ultras a poner pegas con el listado de temas (siempre pasa) pero escuchar desfilar delante de ti canciones como “King of the rotten”, “Broken man”, “Wiseblood”, “Seven days”, “Albatross”, “13 angels”, “Who´s got the fire”, “Stonebreaker”, entre otras, y cerrar con “Vote with a bullet” y “Clean my wounds” es para empalmarse sin necesidad de estímulos externos. Menos mal que se me ocurrió meterme en esta aventura, porque si no venía ya de disfrutar como un gorrino revolcándose por el barro durante diez días, llegaron Corrosion Of Conformity para rematarme. Visto lo visto en el escenario y con la complicidad que denotaban sus caras y expresiones, no puedo más que rogar al infierno que saquen cuanto antes ese nuevo material. Porque puede ser otra tremenda muesca más en la carrera de una banda que, al menos ahora mismo, nadie debería perderse si se le ponen a tiro.