Si lo tuyo es el Speed, y no le haces ascos al Black/Thrash estás de enhorabuena. El nuevo disco de los germanos Blackevil bebe de tantos géneros, que lo más probable es que su amplia amalgama de sonidos consiga satisfacerte de una forma u otra. Su personal oferta de velocidad, ferocidad y melodías frenéticas subirá tu adrenalina hasta límites insospechados. Sus guitarras hirientes y su sección rítmica atronadora, evocan épocas pretéritas donde estas tonadillas eran perfectas canciones de guerra. Formados en 2013, su imaginería diabólica les emparenta con la vertiente más ocura, pero su parte instrumental está más cerca de Raising Hell, Attic o unos Iron Maiden satanizados en sus partes más orientadas al Heavy Metal clásico (que también las hay).

El disco arranca con la intro "Come forth", tenebrosa e inquietante con voces fantasmagóricas, para poner toda la carne en el asador con "Satan's crown". Un tema que arranca a tropecientos por hora de manera frenética con la chirriante y maníaca voz de su cantante repartiendo odio y blasfemias a diestro y siniestro, cediendo el ritmo a una parte épica hacia el final. "The disciple", al igual que la siguiente "Black fire tornado" siguen apostando por la velocidad como denominador común, pero muestran múltiples matices en las guitarras más allá del riff principal, añadiendo capas de punteados y solos que enriquecen el simple hecho de ir a todo trapo. Si no fuera por lo amenazante de su cantante, veréis algún reflejo de los temas más acelerados de la Doncella. "Forever baptised in eternal flames", el tema título, marca el ecuador del álbum, combinando partes de Blackened Thrash con melodías netamente clásicas, sin perder un ápice de revoluciones en el motor.

Tras el descanso en la media parte, llegamos a una segunda mitad donde muestran otras virtudes. Una especie de intro atmosférica con cantos eclesiásticos da inicio a "Lucifer's supremacy", un tema más épico y cercano a Judas Priest (con las evidentes diferencias), que va subiendo en intensidad a lo largo de sus más de seis minutos de duración. "The final book" tiene un inicio puramente Maiden, dejando salir su lado más thrasher pasados unos segundos, y cerrando el tema de forma casi cinematográfica con una sinfonía wagneriana. "Pestkarren" es otra muestra de velocidad con guitarras melódicas y galopadas a la batería. Para cerrar, una intro bélica da inicio a "1943", el tema más largo del disco, y el más distinto también. Tras un pasaje acústico digno de un buen bardo, unas melodías épicas de guitarra dan paso a un ritmo marcado de batería y a una de las partes más clásicas de todo el disco, yendo al alza en potencia, para volver a retomar el pasaje acústico y cerrar el disco de forma magistral.

Una propuesta más que definida, para ser sólo su segunda obra, y que hace de sus temas únicos con esa genial forma de aúnar las influencias más clásicas con esa velocidad endiablada y desenfrenada que aportan los fugaces riffs de Deathinfektor. Gran trabajo rellenando las pistas con detalles de las seis cuerdas, negándose a ofrecer únicamente ritmos vertiginosos. Destacar la loable labor de Pathos en la batería y la perforante voz de Abyss, que también se encarga del bajo. Tiempo ahora de dejar de escribir, y volver a escuchar el disco con todos mis sentidos enfocados a simplemente disfrutarlo. Horns up!!