Sin saber muy bien si estan vivos o muertos, porque para ofrecer semejante ofrenda de brutalidad y oscuridad hay que ser un ser del inframundo, pero para interpretar esos temas y desplegar esa técnica hay que estar muy vivo, los australianos Werewolves nos traen su segunda obra "What a time to be alive". El "apasionante" año 2020, parece haber sido un caldo de cultivo para la inspiración de las bandas más extremas, porque parecen volver todas con un plus de rabia e ira como no habíamos visto hasta ahora, lo que augura una gran cosecha para el panorama death metal este 2021. El no poder girar, tiempo libre por doquier y la frustración parece haber avivado los más bajos instintos de todas ellas y la recarga de energía es más que evidente. Tras el debut hace poco más de un año con "The dead are screaming", los australianos han tenido motivos más que de sobras para componer otra tanda de temas de lo más corrosivos que hemos podido escuchar en lo poco que llevamos de 2021.

Aquí no hay tiempo para coger aire, como una patada en toda la entrepierna "I don't like you" nos abrasa con sus riffs death metal y una atronadora batería a cargo de Dave Haley (ex-Pestilence, Ruins), absolutamente brutal en todo el álbum, con un sonido aún más violento y desagradable que sus letras, y una parte central con un cambio de ritmo absolutamente matador. Una vez echada la soga al cuello, "Sublime wartime voyeurism" llega para apretar más el nudo, asfixiante y opresora, la descarga de ira es descomunal. Hay algunos destellos de melodía puntuales, pero la agresión es continua. Unos versos narrados con una voz menos cavernosa dan una ligera tregua antes del final atronador. Unas guitarras corrosivas, a medio camino del punk y el hardcore, dan inicio a "Mission statement", en el que la batería vuelve a ser atronadora llegando a alcanzar velocidades inimaginables mientras la voz de Sam Bean (The Berzerker) hace que te salgan ampollas en la piel. "Crushgasm" es otra muestra de destreza letal, con un machacón cambio en la media parte absolutamente delicioso. A guitarrazos arranca "Unfathomably fucked", lo más parecido a hacerse una higiene dental con una radial oxidada.

Orgía Death Metal en la siguiente "Antisocial", en la que Bean alterna sus diferentes registros guturales con alaridos estridentes, hasta que llega el final más pausado y pesado. El nivel de agresión sube un peldaño más con "Traitors and bastards", la más vieja escuela de todas. La martilleante "A plague on all your houses", vuelve a poner de manifiesto la química vertebral entre el bajo de Matt Wilcock ( ex-Akercocke, ex- Mortician) y la batería de Dave Haley. La luz al final de túnel se empieza a vislumbrar con "They will pay with their own blood", con un inicio de tempo desconocido hasta el momento. Un tema afilado pero más a medio tiempo, en el que tus cervicales agradecerán que las muevas a otra velocidad. Eso sí, guarda algo de energía para el final, porque su misión es degollarte antes de que llegues al umbral del túnel, con otra muestra de brutalidad, para despejar todas las dudas.

El Metal Extremo está en estado de gracia con lanzamientos como este nuevo disco de Werewolves, que se pone en cabeza del estilo, junto al publicado recientemente por Frozen Soul, y a la espera de catar el muy esperado nuevo álbum de Cannibal Corpse. Si el fin del mundo tuviera banda sonora, sería parecida a esta.